lunes

Sabemos que llovió


Sabemos que llovimos, que nos caímos en miles de pedazos, sabemos que, por un momento, todos fuimos uno, y nos perdimos, para nunca encontrarnos.
Sabemos que llovió, y que sólo llueve cuando nos pensamos. 

"...que se cae el cielo cuando no miramos."

Rubén Ochoa

viernes

Crónicas de vida y muerte


Todo era perfecto, la vida ideal, cualquier cosa con la que un hombre podría soñar. Era feliz. Eso creía.
Tenía una empresa exitosa, y los carros, casas y demás lujos que esto conlleva.

Era bien parecido, sabía hablar en público y había aparecido un par de veces en televisión.
Exitoso entre las mujeres, le llovían a montones. Además sabía bailar y seducir. Había aprendido a complacer a una dama desde hace mucho tiempo.
Su mundo, por supuesto, se limitaba a las altas elites, se codeaba solo con gente “fina” y de poca estima. Una vida superficial.

Hasta que la conoció.

Aquella periodista de periódico de quinta. Fue a cubrir una nota, la inauguración del nuevo museo de arte moderno. Algo medianamente interesante que leer: lo único de ese periódico.
Fue su pinta quemeimportista y desfachatada lo que lo atrajo.
Para él era simple e incluso costumbre. Le invito un café y a salir otra vez. Le dio una probada de su grandioso mundo.

En poco tiempo ella estaba en ese entorno lleno de lujos y placeres. Estaba enamorada. O eso aparentaba.

Era una chica problema, de esas que no da un paso sin insultar a la autoridad.
Nunca lo imaginó, pero fue eso lo que poco a poco lo hizo caer. Esas aventuras, esos delirios de libertinaje; terminaron atrapándolo.
En realidad, pasó muy poco tiempo, pero fue suficiente para alterar su vida. Estaba tan inmerso en esa nueva locura, que su partida fue tan dura como un pájaro recién nacido que, abandonado por su madre y sin saber volar, no tiene otro destino que la muerte.

Al principio, parecía que todo volvía a la normalidad. Su empresa estaba intacta, y con ella su dinero. Volvió con sus antiguos conocidos a quienes pareció no importarles su corta ausencia. Su reputación intacta. Pero ya no era el mismo, tenía un vacío, un hambre que no saciaba con nada, con nadie.

Después de eso todo sucedió demasiado rápido. Nunca supo como comenzó, ni cuando, pero los eventos que acontecieron fueron inevitables.

En un abrir y cerrar de ojos, se vió parado en el centro de las vías del tren.

Así.


Soltera, limpia, que no prejuzgue pero critique, bonita, alta, que parezca vanidosa pero sin serlo, con poquito maquillaje, inteligente, culta, abierta, que no sea más celosa que un poquito, sin religión, sin vicios, que hable mucho pero solo de cosas interesantes, que me haga reír y ría mucho, que repudie la rutina, que camine mucho, sola o conmigo, independiente, bonita sonrisa y ojos profundos (muy claros o muy oscuros), cabello no muy largo pero no corto, que no le guste el fútbol pero sí la música, que baile mucho y me enseñe a bailar, paciente, segura, que sepa mucho de todo, que apapache mucho y se deje apapachar, loca, sin amigas locas, sin exnovios pero con experiencia.

«Que tenga sus defectos pero que  entienda que yo no veo los míos, que acepte mis condiciones sin saber las razones, que la mayor parte del tiempo me oiga pero sepa cuándo escucharme».

«Que sepa cuándo decir no y cuándo aceptar, que me respete y valore pero que se respete y valore ella también, que me diga siempre lo que soy en su vida, que sepa darme importancia y ponerme primero, pero sin hacer locuras fuera de lugar, que tenga errores no muy grandes y que sepa aprender de ellos y que me haga aprender de los míos también»

El primer párrafo es una re-escritura vil de algo que lei por ahí
El segundo párrafo fue escrito por una chica linda: Isabel.
El tercero por un amigo que le hace honor a la designación: Alejandro.

sábado

Bogota: La ciudad del cielo y los andenes.

Acabo de regresar de un viaje a Colombia con mis primos y un par de vecinos. Lo planeamos hace poco menos de un año, en un café de Coyoacán, cundo vinieron de vacaciones. pusimos un par de tazas y trazamos un recorrido, nos acabamos los cafés y supimos que jamas se cumpliría.

Me fui el 16 de diciembre y después de 6 horas llegue a Bogotá, donde me esperaban con un collar hawaiano y una pancarta que dictaba "Aquí wey".
No sabia que esperar, ni siquiera estaba emocionado, pero después de 22 días lejos de mi cama y sin agua caliente, con la compañía primero de mis primos y luego de mis vecinos, puedo decir que valió la pena.
Por ejemplo, puedo decir que estuve bailando hasta las 7 de la mañana el 24, puedo decir que recorrí una ciudad desconocida y que ahora la camino con los ojos cerrados, que me sorprendí por los andenes, donde de forma tranquila puedes caminar, que baile vals en la plaza central, que me persiguieron a muerte, en un cementerio, que jugue futbolito en el museo nacional, que llene de humo una casa por una chimenea sin tiro, que me impacto una ciudad diseñada para convivir, que subí a una montaña y vi las luces de una ciudad casi sin una gota de contaminación, que jugué fushi [sic] en la plaza central de un pueblo, descalzo, que recorrí mas de 8 lugares en un día, de mochilero y con lluvia en algún momento, que deje que un par de personas me hicieran reír mientras, sentado, maldecia a los aviones que no dejaban escuchar, que visite un par de bibliotecas, una de ellas construida por un arquitecto al que ahora reconozco cuando veo ladrillos, canales y formas no rectangulares, que conocí por dentro y por fuera algunas universidades.
Que vi amanecer el primer día del año. Acompañado.

Pero lo que hizo enserio especial el viaje fue la gente con la que estuve, porque estoy seguro de que nos pudieron encerrar en un cuarto, y nos hubiéramos divertido lo mismo. 


Los rolos comprenderán de que hablo, y los que no: visiten Bogotá, es una ciudad hermosa.






Datos personales

Lectores: