lunes

Encenderla a ella con la mirada.

Jack tomó su saco, se echó loción y salio de su departamento. Colocó seguro a la puerta, bajó las escaleras, abrió la puerta de su auto, subió y lo encendió. Al cruzar la reja le deseó una buena noche al portero y condujo.
Recogió a Ian, su amigo, y se dirigió al bar.
Bajaron, pidieron una mesa, y hablaron.

A la mitad de la noche, después de muchas copas, después de muchos bailes con muchas quién sabe quiénes, volteó a la puerta, vio entrar dos ojos que se descubrían el cabello negro con una mano suave y frágil. Vio una sonrisa sobre un cuello apetecible, sobre un escote que casi cubría unos pechos aun más apetecibles. Vio un vestido negro que enmarcaba una preciosa y femenina figura que desentonaba con la fragilidad e inocencia que proyectaba la cara.
Se levantó, dejo a su amigo a la mitad de una charla sobre la causa de la vida en la tierra, pero no se dio cuenta; el mundo desapareció para él: ya no estaba en ese bar, ni era de noche, ni estaba con su amigo ni borracho; ya ni siquiera era él.
La tomó del brazo, con seguridad y delicadeza, hizo que girara para quedar de frente, tomó su cuello y la besó. Ella intento alejarse el primer segundo, pero todos los siguientes se aferro a él, acariciando su nuca con las manos, recorriendo su espalda con los dedos. Solo se soltaron cuando otro cliente los empujó por accidente mientras intentaba salir. Entonces se vieron a los ojos un instante y se dirigieron a la barra, él pidió un whisky para cada uno.

Vaya, eres escritor.
¿Cómo lo sabes?
Tienes una pluma en el bolsillo.
Supongo entonces que eres prestidigitadora, y yo que no creo en esas cosas.
Una pluma en el bolsillo, y tinta entre las uñas. Un escritor.
Llámame Jack.

Seguían hablando, pero querían comerse. Se devoraban con la mirada, y con la imaginación. Construían, cada uno en su mente, miles de escenarios donde honraban el milagro de estar vivos.

Yo soy Nila.
¿Vienes seguido, Nila? Nunca te había visto. De ser así nunca te habría dejado marchar.
No, quedé de encontrarme con una amiga, supongo que tendrá que esperarme.
Yo también vine con un amigo, está por allá.
Se ve bastante solo.
Todos lo estamos.
Escribo todo el día pero soy contador. ¿Tú a que te dedicas?
Soy actriz.

Se terminaron los whiskys, ella iba a pedir otro, pero él la interrumpió.

Me peguntaba si me acompañas a caminar, este lugar huele a orines y a ceniza.
¿A caminar a dónde?
No sé, vamos a perdernos.

Ambos salieron, él le prestó su saco, ella sacó un cigarro y él su encendedor, la vio a los ojos como si, en lugar de encender el tabaco, pudiera encenderla a ella con la mirada.

Nunca volvieron.

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