No sé decirte como comenzó todo, como llegamos hasta aquí.
Y apuesto a que tú tampoco, el camino que hemos recorrido parece sacado de una película, o escrito por un pseudo-escritor una tarde de abril.
Ahora estás aquí, dormida en mi pecho, con tus hermosos ojos cerrados, soñando, tal vez, con tu viaje de nuevo; estás tan tranquila, tan simple, tan bella como siempre.
Solo atino a ver tu cara, a imaginarme una de las sonrisas con las que le das cuerda a mi mundo; paso mis dedos entre tu cabello, lentamente, acaricio tus pómulos, tus párpados, tu boca; paso mi mano por tu hombro y te mueves ligeramente, bajo hasta tu cintura y ahí me detengo, no es el momento.
Empiezo a pensar en aquel primer café, en tu primera sonrisa, en la primera vez que me perdí en tus ojos; Empiezo a recordar todas nuestras aventuras, nuestras alegrías, nuestros problemas y peleas, recuerdo tambien todas las veces que me has enseñado a bailar estando sobre mis pies, y todas que he escrito cuentos enteros sobre tu espalda con la yema de mis dedos.
Recuerdo cada vez que hemos caminado por un parque durante la noche, cada ocasión en la que me has tenido despierto toda la madrugada, y las mañanas en las que exaltada tomabas mi mano para que te acompañara a ver el amanecer, recuerdo las llamadas de "Te amo" y nada más, a la mitad de un sueño.
Me acuerdo de todo lo que hemos vivido juntos, y me acordaré de todo lo que nos queda por vivir.
Y es que eres todo mi mundo; y más.
Eres todo, y más.